jueves, 11 de junio de 2009

El beso de papá...



Últimamente -lo notaba con inquietud-,
cuando la acompañaba a la cama por la noche
o muchas veces por la mañana,
cuando iba a despertarla y ella aún estaba dormida,
como colocada allí por las manos de Dios,
y a través del velo de su camisón se adivinaban las formas
de caderas y pechos y del hueco del hombro, codo y axila mórbida,
donde apoyaba el rostro,
emanando un aliento cálido y tranquilo...
sentía un malestar en el estómago y un nudo en la garganta
y tragaba saliva y,
Dios era testigo!,
maldecía el hecho de ser el padre de esta mujer y no un extraño,
un hombre cualquiera ante el que ella estuviera acostada como ahora
y que sin escrúpulos pudiera yacer a su lado,
encima de ella y dentro de ella con toda la avidez de su deseo.
El sudor le empapaba y los miembros le temblaban
mientras ahogaba en el interior tan terrible concupiscencia,
y se inclinaba sobre ella para despertarla
con un casto beso paternal.


El perfume,
Patrick Süskind

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